Una hermana bañada en sudor y lágrimas y desesperación que levanta los brazos al cielo; una madre en silla de ruedas que se mira las manos vacías y gran vació en su pecho como si fuera allí donde estuvo el hijo asesinado; tres niños que lloran sentados en sillas plásticas; una esposa con la mirada ausente, un cadáver rodeado de hombres uniformados, con el logo de la empresa de vigilancia Marcos, conscientes de que el uniforme que llevan, como andan los días, en cualquier momento se puede convertir en una mortaja.
Lo que describimos es el velatorio del vigilante privado Sabino Méndez asesinado este jueves durante el atraco a una sucursal del Banco Popular en la avenida Luperón. Un padre de familia, hijo, hermano, vecino y esposo calificado como ejemplar. Alguien a quien le tocó una vida llena de privaciones, una casita de zinc, rodeada de cortinitas para tapar la pobreza de las paredes y un mobiliario que atestigua que, realmente, el hombre que fue abatido de manera inmisericorde por sus asesinos se estaba ganando el pan de cada día. Él pudo elegir atracar con la escopeta con la que cuidaba las riquezas que nunca llegó a tener pero no lo hizo, sus verdugos sí. Ellos robaron en el establecimiento RD$1.8 millones de pesos y US$2,276 de dólares.
Sabino residía con su esposa y sus tres hijos, un varón de 14 años, y dos niñas de 12 y 10 años de edad, producto de un primer matrimonio, en la comunidad Salamanca, La Cuaba, kilómetro 22 de la autopista Duarte. Era el menor de cinco hermanos. Fue definido por sus familiares y vecinos como un hombre dedicado a su hogar y su trabajo.
Su hogar, en el que compartió con sus seres queridos, era este viernes un espacio donde reinaba el dolor y la indignación ante un hecho que cobró la vida de un hombre que cumplía con sus labores.
“Me quitaron a mi hijo de las manos, yo espero justicia. Era un hombre trabajador, de la iglesia…”, decía entre lágrimas Joaquina Martínez, madre de Sabino, quien está en silla de ruedas.
Sabino tenía cuatro años laborando para la empresa de seguridad Guardianes Marco. Nunca hubo una queja en su contra y su conducta fue intachable, aseguró Manuel Valdez, gerente de la empresa donde se desempeñaba el occiso. “Pedimos a un hombre bueno”, añadió.
Sabino recibirá cristiana sepultura este sábado a las 10 de la mañana en el cementerio La Piña, de la comunidad de La Cuaba.
“Llegaron y lo mataron. ¡Ay, Dios mío! ¡Mi hermano tan bueno, tan dedicado! Quiero justicia, que agarren a esos delincuentes que nos han arrebatado a mi hermano de las manos. Él no merecía morir así”, expresó ahogada en el llanto Colosina Martínez Méndez, hermana de Sabino.
Su esposa, Emiliana de los Santos, en pocas palabras y, visiblemente ausente de todo lo que le rodeaba, dijo que todo estaba en las manos de Dios y que confiaba en que la muerte de su esposo, un hombre de familia, atento y honesto, no quedará impune.
Junto a De los Santos, Sabino pertenecía a la iglesia Puerta de la Misericordia.
“A él lo conocía desde que era un joven, no puedo dar quejas de él. Era querido por todos”, expresó Brígida Rodríguez, vecina de la familia.
A su velatorio acudieron familiares y compañeros de trabajo.
El hombre, aparentemente querido por toda su comunidad, se convierte en una víctima más de los hechos delictivos que en los últimos meses han tenido en zozobra a toda la población dominicana.
Se entrega sospecho
Este viernes se entregó a la Policía, Joel Sterlin Sosa Reyes, de 26 años, por supuesta vinculación con el asalto a la sucursal del Banco Popular donde fue asesinado Sabino.
Sosa Reyes dijo que era inocente y que no tiene nada que ver con el hecho. Aseguró que en ese momento se encontraba trabajando en el kilómetro 12 de Las Américas, en una barbería.
Mientras que en su reporte del jueves, la Policía explicó que había identificado a cuatro sospechosos del caso, pero no suministró los nombres de los involucrados para no entorpecer las investigaciones que se realizan.
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