Es caprichoso el azar. Así sentencia parte de una popular melodía de Joan Manuel Serrat.
Y es también la verdad que quedó patente como nunca para un puñado de periodistas boricuas que llegó a Nueva York para reportar las incidencias de una cartelera boxística, pero a sólo horas de pisar la Gran Manzana vivió en primera fila el mayor ataque terrorista de la historia estadounidense.
“La primera imagen que viene a mi mente de aquel día fue esa colosal bola de humo que venía para encima de mí…Pensé, ¡Papa Dios aquí esto se acabó!”, narró Jaime Vega Curry al recordar la fatídica mañana.
Vega Curry acababa de llegar a Manhattan junto a otros periodistas puertorriqueños que como asignación especial tenían que cubrir la pelea de Félix “Tito” Trinidad versus Bernard Hopkins. El combate se llevaría a cabo el 15 de septiembre de 2001, en el Madison Square Garden.
“Estaba bordeando las torres, dando la vuelta lo más posible, hasta que logré entrar en una calle lateral pequeña, que tenía edificios de dos o tres pisos con muchos andamios de construcción que te protegen”, rememora el veterano periodista.
“De momento, escucho un ruido. Fue estruendoso. Luego, veo que viene una gran cantidad de gente hacia donde yo estaba y me estuvo curioso porque en esa muchedumbre había muchos policías, pero no estaban controlando a la gente, sino que corrían junto con los transeúntes…Corrí hacia atrás y recuerdo que el humo llegó a envolverme. Sé que dificultaba la vista, molestaba a la respiración, pero no me afectó tan seriamente como a otras personas que estaban más cerca de la torre derrumbada”, relató Vega Curry.
“Tan pronto logré ponerme a salvo, ahí es que digo: ‘Tengo que hacer mi trabajo”, relata sobre el momento en que pudo comenzar sus apuntes para describir la dantesca realidad que lo rodeó de súbito.
Jugosa propina
En otro sector de la ciudad, otro periodista de El Nuevo Día, José Delgado se preparaba para cubrir una etapa crucial de las primarias demócratas y al conocer sobre el impacto del primer avión en las Torres Gemelas se apresuró a llegar al céntrico lugar de la ciudad.
“Subía al cuarto del hotel, café en mano, cuando mi esposa Mary me llamó y me dio la noticia de que un avión se había estrellado en una de las torres del World Trade Center”, consigna Delgado en otra crónica del libro Zona de Guerra.
En la publicación -que recoge la narración de Vega Curry, así como de otros siete periodistas boricuas visitantes a los que el ataque terrorista les cambió la agenda noticiosa del día- Delgado explica que ofreció una jugosa propina a un taxista y así llegó lo más cerca posible al lugar del atentado.
“En el taxi, la radio informó de que otro avión se atornillaba por las paredes del centro de mando militar más poderoso del mundo, el Pentágono”, destaca corresponsal de El Nuevo Día en Washington.
Poco después de escuchar esa noticia, el taxi vio bloqueado su tránsito y Delgado explica que estaba a seis cuadras de las Torres Gemelas cuando bajó del vehículo y comenzó a moverse a toda prisa hacia el lugar.
“La mayoría de la gente corría en lado contrario, y yo, sólo guiado por las torres incendiadas, seguía hacia el frente. En algún momento de esa carrera se desplomó la torre sur, y entonces sí que Nueva York se erizó de espanto”, recalca.
A 14 años del golpe
Hoy, a 10 años del histórico suceso, Delgado y Vega Curry reflexionan sobre esas horas que persisten imborrables en sus memorias.
Vega Curry, quien ahora vive con su esposa y su hijo en California, expresa que ha resuelto aplicar al máximo la lección mayor aprendida en Nueva York, vinculada a lo efímero de la vida y por eso procura trabajar con intensidad diariamente, pero, a la vez, disfrutar al máximo las cosas sencillas de todos los días.
“Uno siempre sabe que se puede morir en cualquier momento, pero lo ocurrido ese 9-11, y los días posteriores, fueron un demoledor recordatorio. Entonces, uno se queda con el convencimiento de que hay que vivir cada día a plenitud, y hacerlo de verdad, más allá del cliché que se dice y no se cumple, porque puede ser el último”, recalca hoy el veterano periodista de Impremedia.com sede en Los Ángeles.
“Por razones de trabajo estuve el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. También por razones de trabajo he regresado varias veces a Nueva York. Y por razones de trabajo, mi familia se mudó a Los Ángeles; que además del sello de 'gran ciudad', comparte con Nueva York muchas otras razones que, para bien o mal, la convierten en blanco perfecto para un ataque terrorista”, argumenta Vega Curry.
“Sin embargo, frente a eso, y con el legado del 9-11 imborrable en mi mente, vivo con una mezcla de cautela razonable y -más que nada- amor a la vida; porque diez años después, me reafirmo en que esa fue una de las principales huellas que dejo en mi lo ocurrido en esa fecha”, concluye el ex editor y reportero de El Nuevo Día.
Mientras, desde Washington, José Delgado, plantea que su experiencia a pasos de las torres en pleno desplome -y luego cubriendo los primeros ataques de la guerra contra el terrorismo para El Nuevo Día en la ciudad de Kuwait junto al fotoperiodista Tito Guzmán- entre otros asuntos le llevan a reflexionar, como a muchos estadounidenses, sobre el saldo hasta hoy de la llamada guerra contra el terrorismo.
Delgado alude a la preocupación sobre el alto número de muertes de civiles en Irak en marcada desproporción con las bajas militares y el costo de esta guerra. “Después del 9-11 ya cuando entramos a Irak la percepción eventual fue que todo terminaría pronto, como en el verano”.
Aunque no ha sido así, al mirar los eventos al paso de una década, recalca que lo vivido en septiembre fue una agresión terrible contra la población civil estadounidense y subraya la angustia de los meses inmediatos al ataque cuando la inseguridad de millones era extrema, sobre todo en ciudades como Washington, donde radica hace más de 12 años.
“Hoy la percepción de inseguridad se ha reducido tremendamente y no compara con lo vivido tras la invasión (de Irak) cuando todo el mundo estaba a la expectativa y se sentía un constante temor a un ataque con armas químicas y teníamos cintas adhesivas especiales en la casa para bloquear las ventanas”, agrega.
Entrevistas en un mar de llanto
Situaciones similares a las expresadas por Delgado y Vega Curry sobre el 11 de septiembre de 2001, por otro lado, las vivieron en otros sectores cercanos a las torres los fotoperiodistas puertorriqueños Xavier Araujo, José Jiménez, Willín Rodríguez y Joaquín Montemoiño. Todos llegaron a buscar las mejores imágenes de una publicitada guerra en el cuadrilátero del Madison Square Garden y el azar los colocó en la escena de un inusitado bombardeo terrorista.
Sin dejar de activar los obturadores capturaron sin duda las imágenes más impactantes de sus carreras. Mientras, en las calles llenas de gente aterrada, la naranjiteña Ruth Hernández Beltran registró extensas notas para describir el ambiente de extrema perturbación de la ciudad que hacía unos años había convertido en su segunda casa.
La reportera boricua de la Agencia EFE en Nueva York se apresuró desde El Bronx hasta Manhattan para documentar los ataques, pero confiesa esa noticia no quiere reseñarla nunca más.
“Los periodistas siempre queremos cubrir la noticia del instante. Estar en el sitio y momento preciso. Sin embargo te puedo asegurar que no quiero repetir la experiencia de ver esa escena del infierno a la que quedaron reducidas las Torres Gemelas”, admite Hernández Beltrán en Zona de Guerra.
Contrario a sus paisanos varones que estaban de paso por Nueva York ese día, Hernández Beltrán permanecería para consignar en detalle sobre todo las penurias de los niuyoricans, latinos y de otros ciudadanos que perdieron a sus seres queridos, que luchaban por su vida en hospitales y en fin el drama más dramático de su hogar adoptivo.
“Fue muy dif'icil, en términos emocionales, cubrir el día a día tras los atentados del 11-s porque, aunque intenté lo contrario, terminaba llorando con mis entrevistados: mujeres, hombres, hijos, hermanos, tíos, primos que desesperadamente buscaban a su familiar, mientras que la ciudad estaba forrada de las fotos de los desaparecidos con números de teléfonos para llamar si alguien podía aportar alguna información de esa persona” rememora Hernández a 10 años del evento.
“Una experiencia que no olvido fue la solidaridad de los neoyorquinos en una ciudad que en general es un poco fría en términos de la prisa con que se vive. El dolor era de todos y así respondieron. No podemos olvidar que para la mayoría su referencia de este tipo de desastres eran las imágenes que le llegaban de otros países a través de los medios de comunicación, o, en el cine”, recalca.
La Navidad más triste
Otro aspecto destacado ahora por la veterana periodista fue la solidaridad de gente que llegó de otros estados y países para expresar su apoyo. Además, resaltó “la forma cómo los neoyorquinos vivieron su Navidad más triste, a sólo tres meses antes del ataque.
“No olvido que los adornos propios de esta época aparecieron muy temprano en ventanas, balcones, negocios, edificios. Era su forma de decir no nos derrotaron. En ese momento me acordé de una frase que había escuchado en una obra de teatro muchos años antes en Puerto Rico, creo que protagonizada por Cordelia González, que decía “no dejemos que se muera la esperanza”, añade la naranjiteña.
“Algo muy personal que aprendí fue a no retrasar los planes de lo que quiero hacer. Cuando pienso en las cerca de 3,000 víctimas pasa por mi mente que tenían planes para tal vez comprometerse, casarse, el bautizo o cumpleaños de un hijo o un sobrino, o tal vez, las vacaciones de sus sueños”, concluye al insistir en tener siempre en cuenta la vulnerabilidad y la necesidad de estar preparados, de surgir una situación similar.
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